Sunday, April 15, 2007

Comedia = Tragedia + Tiempo transcurrido

Se casó una botas de la facultad. Luego de dudarlo una y otra vez, ya que el dinero no alcanzaba para el Tattersall, ni para su delirio pequeñoburgués de barrio cerrado, colegio privado y camioneta con tracción en las cuatro ruedas. La novia se enojó con una amiga en común. Porque esta última vive en el extranjero, y muy sutilmente le hizo saber que no estaba entre sus prioridades gastar 1200 usd en un aéreo, sólo para asistir a la boda en cuestión. Sí fue la madre de nuestra amiga en común. A la iglesia. Y le asombró que gente de origen tan humilde pudiera tener tantas aspiraciones dignas de un nuevo rico.

Al poco tiempo, mi amiga reenvió un mail. De la novia. De regreso de su luna de miel. Le daba la url de los fotógrafos de su boda, y un password para ingresar al menú en el que los novios suman en un carrito virtual las resoluciones y cantidad de fotos. Sí. Estaban las fotos de la boda. Se podían ver. Y reí. En la expresión de los novios se nota que no imaginan por toda la mierda por la que tendrán que pasar.

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Tragedia = Comedia + Tiempo transcurrido

Mi amiga dijo que siguió mi recomendación y vio Extras, la "nueva" comedia de Ricky Gervais. "Es brillante. Pero me deprimi porque estamos tan lejos del paraiso... si no fuera por vos yo ni sabía de esa serie..."

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Thursday, April 12, 2007

Los amores imposibles

Ella dijo que se iba al gimnasio. Y yo me fui a ver la última de Mark Wahlberg. También trabaja Danny Glover.

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Tuesday, April 10, 2007

Mientras transcurre otra edición del BAFICI III

¿Qué a ningún editor se le ocurrió que Enrique Syms podría escribir una muy digna entrevista a Tom Waits? El encuentro merecería un corto documental que parecería salido de los sketches de Coffee and cigarettes, y los honorarios del reportero no ascenderían a mucho más que un par de vasos de ginebra (más la propina del mozo). Habrá que conformarse con que el gobierno de la ciudad no envió a Eduardo Blanco, haciéndose pasar por Roberto Benigni.

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Antares, ladrón de bancos (seguido por De incógnito en el BAFICI)

Una colega dijo: "Me acaba de llegar un mensaje de texto de Antares, en mayúscula, diciendo que lo llames". Mientras marcaba el cero para activar el tono de la línea, eché un vistazo al celular en busca del móvil de Antares, y encontré un mensaje de texto. Decía que fuera al Banco Ciudad, rápido, con cincuenta pesos. El móvil ensamblado en alguna maquiladora de Ciudad Juárez empezó a vibrar. Era Antares. Le dije que hacia allí iba.

Quise creer que se trataba de una clave, y que al llegar me lanzaría una escopeta. ¿De qué otra manera podía estar hablando por celular desde un banco? Conociendo su capacidad de ahorro, el plan había salido mal y necesitaba un refuerzo. Pero no. Ahí estaba Antares en la fila. Había calculado mal el dinero de su monotributo, y necesitaba cincuenta pesos para salir del paso. Por las dudas no hicimos chistes sobre robos y bancos, porque tal vez sea una variante de los chistes de accidentes aéreos en un avión (aunque Antares ignoraba que el piloto tiene derecho a no admitir a un pasajero, sin la obligación de dar un argumento).

Luego, mientras Antares se apresuraba hacie el videoclub para devolver el disco tres de la primera temporada de 24, considerando lo gris del día entré a por una hamburguesa al shopping del Abasto. Toda (o gran parte) de la atención estaba puesta en buscar colegas, y eludirlos, claro. Eludirlos. Brian DePalma (¿o fue Hitchcock?) nos enseñó a seguir de cerca a alguien, sin dar señal. Pero o bien ellos son mejores mirones, y eludieron a quien quería eludirlos, o bien empezaron a trabajar y ya no pueden estar tantas horas dando vueltas por los improvisados sillones de la versión cool del living de Mirtha Legrand, o bien hacían por tercera o cuarta vez una fila para pedir entradas para películas que se olvidan a los treinta segundos de salir de la sala; lo cierto es que no había nadie. Dicen, de hecho, que este año no está yendo nadie. O que al menos en algunas funciones hay butacas y muchas (los años de espectadores en los pasillos de Werckmeister Harmonies, parece que desaparecieron junto a la convertibilidad).

El Big King estaba delicioso. Enjoy every sandwich.

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Monday, April 09, 2007

Mientras transcurre otra edición del BAFICI II

Un amable lector mencionó a un amanuense del órgano de propaganda oficial, encargado de entrevistar a un songwriter de visita por el BAFICI, cuya estadía tal vez haya sido costeada con el cercenamiento de las copias en 35mm y la proliferación de videos beta y proyecciones en DVD. Y nos recordó una historia sobre este reportero especializado en música rioplatense.

Era el año 2001. Y la editorial SIGLO XXI lanzaba una colección de narrativa, originalmente editada por su homónima casa española. Aunque no se trata de una editoral especializada en el terreno de la narrativa, ello no quita que las incursiones pretéritas, si breves, contaran en su sociedad anónima argentina con un editor de la importancia de Héctor Schmukler, y autores como Augusto Roa Bastos, José Bianco o Alejo Carpentier. Y es cierto que sólo el padre tiempo podrá juzgarlo, pero la colección del año 2000 no era menos interesante: una novela finalista del premio Goncourt (Retrato de Olivia), un debut brillante en clave de iniciación (Cosas que quedan), la fantasía sureña El pez gordo, una colección de relatos de Alice Munro y otra de Annie Proulx, entre más de diez títulos. A pesar de que (si no todos) una digna mayoría tuvo una no menos digna exhibición tanto en escaparates de librerías "respetadas" como en las mesas de sitios para señoras de abrigo, lo cierto es que vendieron muy poco. Salvo una reseña muy elogiosa de Retrato de Olivia (a cargo de María Moreno), la prensa casi no publicó nada.

Pero no menos cierto es que, con el tiempo, Burton adaptó Un pez gordo y tanto la edición española, como su reimpresión local, pudieron amenizar el desastre económico.

Un par de años después, Ang Lee se basó para su Brockeback mountain en uno de los relatos de la colección de Proulx editada por SIGLO XXI. Y pensando en la resurrección de Un pez gordo gracias a su versión cinematográfica, en esta oportunidad la editorial no esperó a agotar stock, sino que imprimió una edición a precio argentino. Y he aquí a nuestro hombre. En una nota mucho más extensa que lúcida, reseñaba los cuentos publicados por SIGLO XXI, así como una novela de la autora que acababa de lanzar TUSQUEST. Mientras celebraba y celebraba la novela, eludía cualquier juicio sobre los cuentos. Ni siquiera decía que eran malos. Nada. Hasta que en un arranque de ironía más digno de Mario Pergolini y Caiga quien caiga que de la figura del ironista formulada por Rorty, la eminencia en Eduardo Mateo y Jaime Roos comentaba la edición "de apuro" lanzada por SIGLO XXI. Tan de apuro que llevaba seis años en la librería amiga... De TUSQUEST, en cambio, no decía nada, cuando la casa fundada por los Moura había rechazado el libro de su protegida Proulx, con la excusa de que se trataba de cuentos (y pregunten a la familia Cheever, "los cuentos no venden").

Cierto. A diferencia de TUSQUEST, difícilmente SIGLO XXI tenga un jefe de prensa dispuesto a lamer culos y tratar como un semidiós a un periodista que gana 1500 pesos al mes, con diez años de antiguedad. Pensar que en un tiempo no había jefes de prensa, y que Dizzy Gillespie paseaba por la ciudad vestido de gaucho y conocía a jóvenes promesas como Lalo Schifrin. Hoy, la visita de Waits se puede resumir en los varios metros de fila con lúmpenes venidos de Rosario, que pasaron la noche ahí para ver a un artista que a) de antemano se sabía que no tocaría más que un par de canciones b) llega tarde, una vez más, lo suficientemente tarde como para añorar los mejores años de su carrera. Y en un candidato a jefe de gobierno que intenta ser parte del show y sólo logra que su contrincante venido del establishment empresarial parezca Thomas Jefferson. Y en los periodistas independientes. Cierto. Siempre tan filósamente sarcásticos. Como diría Monty Burns, "uhhhhhhhhh, ¡los alemanes!".

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Sunday, April 08, 2007

Mientras transcurre otra edición del BAFICI

La semana pasada, el newsletter del actual régimen del triple o el cuádruple discurso (a.k.a. Página/12) entrevistaba al actor, conductor, productor y ahora (parece) director Gastón Pauls. La excusa era el "compromiso" de Alejandro de Montaña rusa con la causa de los ex combatientes (si realmente tienen una), a propósito de un nuevo aniversario de la fallida "reconquista" de las Falkland. Y en algún lado Gastón comentaba que entre sus proyectos, amén de un biopic sobre un cura lo suficientemente ignorante como para haber militado en el peronismo (al que Gastón se refería por su nombre -"Carlos merece...", "Carlos luchó...", "Me parece que Carlos..."), va a hacer una comedia en TELEFE. Sobre un actor que vive al día a través de participaciones muy pequeñas, mientras lucha por conseguir un papel con algún parlamento.

Parece que ni Gorodischer ni Cecilia Sosa ni ningún otro chico cool pasaron por el diario aquel día. Para poner en práctica su sagacidad e ironía, y llamarlo a Pauls para preguntarle: "¿Gastón, no deberías engordar un poco para consagrarte como hermano mogólico de Ricky Gervais?" (tal vez no fueron al diario porque estaban ocupados armando sus grillas para el BAFICI).

Tal vez sea coincidencia, o una conexión mental entre genios, pero el argumento de la serie de Pauls y TELEFE se parece mucho al de Extras. La serie de Gervais y Merchant inmediatamente posterior a The office. Pero considerando que Extras ya tuvo dos temporadas de seis episodios en la BBC, entonces algo huele mal cerca de la estación Pichincha...

Lo cierto es que será una pena que tantas personas tengan acceso a la serie de Gastón y tan pocas a la de Gervais. Porque a primera vista, con el argumento ya enunciado, se podrá pensar que Extras es a The office lo que Curb your enthusiasm a Seinfield (no es casual que por ahí circule un documental para TV en el que Ricky Gervais conoce a Larry David). Pero nada más equivocado. Más allá de algún que otro tic que comparten los personajes creados e interpretados por Gervais, las diferencias son muchas: empezando por el hecho de que Extras aprovecha el suceso de The office, a la hora de convocar celebridades para la parodia y la (auto)parodia. Y ahí están: Ben Stiller convertido en un no tan mezquino como manipulador cineasta a cargo del biopic de un refugiado del este de Europa que perdió a su esposa e hijo, Kate Winslet ofreciendo consejos para un efectivo dirty-talk en los descansos de una película sobre el holocausto que hace sólo para ganar un Oscar, Daniel Radcliffe obsesionado con el sexo y lanzando sin querer un preservativo a la cabeza de Dame DianaRigg, Orlando Bloom obsesionado con una extra solterona que no lo considera tan atractivo como Johnny Deep y Chris "Coldplay" Martin preguntando si puede promocionar el lanzamiento de un grandes éxitos de su banda en el contexto de un spot publicitario que busca sembrar conciencia sobre la falta de agua potable en varias naciones del tercer mundo. Todo en el marco de un humor muy amisiano sobre los éxitos aparentes y los fracasos crónicos y la envidia entre colegas.

Pero la serie avanza más allá de estas participaciones de tantos famosos en el rol de "himself". Las mismas no sólo no "distraen", sino que en algunas ocasiones son propias de las tramas perfectas, de menos de media hora. En la segunda temporada, el extra ubica en la BBC su propia sitcom. Una comedia patética, con risas de claqué, que parece un clon proletario y populachero de The office. El extra empieza a ser famoso. No puede ir a su pub porque lo reconocen y no se le quitan de encima. Va a un sitio bastante snob en el que lo insultan por participar de un programa tan bajo. Lo ubican en el VIP e inmediatamente le piden que se retire, porque acaba de llegar David Bowie y necesitan la mesa. El extra devenido extrella corrompe al vigilancia del VIP. Se sienta junto a Bowie. Le cuenta su historia. Y acto seguido, frente a toda la crema del lugar, Bowie improvisa una canción sobre un hombre gordo y mediocre, con nariz de cerdo, que se rebaja por fama haciendo una comedia para el gran público.

Difícilmente el ego de Gastón "Ser urbano" Pauls alcance ese nivel de autoparodia.


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Tuesday, April 03, 2007

La mujer y el cine VI

ELLA: Me gusta el de La guerra de las galaxias, ¿cómo se llama...?
YO: ¿Harrison Ford?
ELLA: No...
YO: ¿Mark Hamill?
ELLA: ...
YO: ¿Billy Dee Wiliams?
ELLA: ¡Ewan McGregor!

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Znyder, decepciona

Entre las frases tan citadas y citables de Groucho Marx, hay una sobre Victor Mature en particular y el (sub)género peplum en general: nunca pagaría por ver una película en la que el protagonista masculino tiene senos más grandes que su coprotagonista femenina. Y algo de eso sucede con 300, una película a la que teníamos igual cantidad de fe que la inmensa decepción que nos generó. Motivos de fe: una historia original de Frank Miller (o de Herodoto, como gustéis -da igual), un director con una ópera prima bastante buena (sobre todo considerando que era la remake de un filme insuperable), la calificación de diez aires otorgada por mi amigo Antares. Motivos para la decepción: una puesta en escena que parece un juego de Playstation, una música ampulosa que contribuye al aburrimiento, una dirección de actores que se asemeja a las indicaciones de un director técnico que indica a los jugadores qué decir frente a las cámaras (en el que la verosimilitud de las frases es más falsa que un billete de tres dólares), un exhibicionismo innecesario de sujetos en ropa interior y un sexismo sostenido por: a) la aparición de menos minas que en la tapa de El Gráfico b) la aparición de un único personaje femenino que es una puta pragmática (y estarán quienes dicen que en los géneros épico y bélico la presencia femenina no sobresale; a lo que basta con responder que vean Cartas desde Iwo Jima).

Si la ópera prima de Znyder tenía un problema, era su falta de simpatía por los personajes menos afortunados. En la original, Romero ponía su toque desnudando las miserias humanas al punto de que la invasión de los zombies resultaba un juego de niños. El problema se pone peor en 300, en la que los espartanos tienen dentaduras perfectas y sus enemigos son feos, sucios y malos. Y como diría Tarantino, para efectos digitales me quedo en casa y pongo la pija en el Nintendo.

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