La mamá de un amigo
Domingo por la mañana. Despertando pasadas las ocho para llegar al cierre no tanto a horario como con un par de dosis intravenosas de cafeína. En la tapa de uno de los diarios está Evo Morales. No viste chompa. Dentro hay un artículo que celebra un documental sobre pingüinos defendido por los sectores más reaccionarios de la América de verdad, en tanto que predica un evangelio de unión familiar y supervivencia. En otro periódico el nieto de un historietista reclama una casa expropiada. Las conexiones del segundo de Blumberg con el almirante Massera. Boca a poco de ganar el clausura (o el apertura, ¿y a quién puede importarle?). Y una entrevista a Tulio Halperín Dongui. Y en algún lado también hay una a Valeria Lynch. Y en la revista dominical aparece el nombre de la madre de un amigo de otros tiempos, en un artículo sobre vinos. Hay una nota al pie que la define como sommelier de una bodega y catedrática en una escuela de cocina. Y una foto de una señora adrede avejentada para dar aires, justamente, de señora.
Es ella. Y la pregunta: ¿qué fue de una de las primeras mujeres en hacer uso de la ley de divorcio, profesora de cerámica militante activa del Movimiento al Socialismo (MAS) que cuando teníamos siete años nos contaba anécdotas perturbadoras sobre un sujeto que la espiaba en una playa nudista durante su primer viaje a Europa...?
Llamemos a mi amigo Yimi F. Hicimos juntos el primario, y la secundaria en cursos distintos. Lo vi por última vez despidiendo los restos de la segunda esposa de su padre. De lo cual me enteré gracias a que ese día mi madre fue al supermercado, cruza a una mujer que le pregunta si no la reconoce, y que en fin, era la mamá de Yimi F. Primero habla de su novio petrolero, que insiste con llevarla a Venezuela, pero como no se trata de Caracas sino de Maracaibo (¿o sí se trataba de Caracas y no de Maracaibo?), ella tiene sus dudas. Y luego agrega que, por la mañana, la esposa de su ex salió de casa camino a estación Saenz Peña y se lanzó debajo del tren.
Nada trascendente. El reencuentro con mis ex compañeros del secundario se da siempre en contextos oscuros. Todavía recuerdo un zapping a través del cual me enteré que el atleta de la quinta era un promotor de viajes de egresado que había sido acuchillado por un sujeto de la competencia. De hecho, lo último que supe de Yimi F es que había embarazado a su novia de más de treinta y estaba camino a ser padre a la fuerza. Por suerte los hijos no se preguntan quiénes fueron sus padres antes de haber nacido. Porque si tuviéramos que contar historias sobre Yimi F... una noche, en una fiesta, se emborrachó lo suficiente como para entrar en una habitación, desnudarse y acostarse boca abajo y que sus compadres aprovecharan la ocasión para usarle el culo de monedero, dejando caer en el orificio monedas de un centavo. O cómo olvidar aquella otra noche, también ebrio y desnudo, en que se queda a dormir en casa de un amigo, y en fin, se caga y mancha las sábanas. El padre de este amigo también militaba en el MAS. Cuando en su casa requerían alguna reforma, convocaba compañeros del partido. En una ocasión, unos pintores nos hablaron de la mamá de Yimi F. No demasiado bien. Sus compromisos con la revolución terminaron en el preciso momento en que se separó de un novio ingeniero que se haría cargo del Ministerio de Economía en caso de triunfar la fórmula Vicente-Zamora ("¡¡¡Izquierda... / Unida... / Jamás será vencida!!!"). Y el resto de la historia es conocida. Zamora se hizo corredor de libros, Vicente focalizó su carrera en la comisión directiva del club Huracán.
Tengo un buen recuerdo de la mamá de Yimi F. De un cumpleaños, a los ocho años, en que propuse a un par de amigos espiar por la ventana del baño a la chica más popular del curso. Mis amigos se acobardaron. Tomé la iniciativa y creyendo que nadie me iba a creer busqué un testigo infalible. Mientras la chica más popular del curso terminaba de orinar, dejé que me viera. Acto seguido me corría una turba iracunda. Nunca fui demasiado atlético, pero sí que corrí. A unos metros había una plaza. Creí que era el mejor lugar para esconderse. Pero no. Cuando me tenían rodeado, quién aparece sino la mamá de Yimi F, paseando a su cocker Manolo.
Sí que me salvó el culo.
5 Comments:
Pobre Yimi F. Una víctima de las circunstancias.
Por cierto...
¿Usted era uno de los compadres dispuestos a depositar sus ahorros en las cavidades de este pobre muchacho?
Si te digo que no voy a tener que dar nombres, y en fin, salvo que me garantices un programa de protección de testigos, ¿qué muchacho?, ¿qué cavidades?, ¿ahorros?
Ok...
Cuando yo le diga, "hola sr. Thompson" usted dirá "hola".
Creo que le hablan a usted... Do`h!
Brillante...sencillamente, brillante...
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