Friday, May 05, 2006

Olmedo y Porcel van al cielo

En el comienzo fue eso. Un comienzo. O por lo menos varios comienzos posibles. Un amigo al que no veo desde que había convertibilidad alquilando a los nueve años una película que ignoraba que ya había visto, su hermano mayor insultándolo y gritándole por el error, su madre yendo al videoclub amigo a intentar cambiarla y regresando con un título que creía para chicos... era Mirame la palomita... O una titiritera obesa en un cumpleaños no recuerdo de quién contando que en una ocasión en que sus padres discutieron, su madre la depositó en un doble programa compuesto por Los colimbas se divierten y Rambito y Rambón, y luego volvió a casa para ultimar detalles acerca de su ahora inminente separación. O Galán Calvo viendo tele en Ecuador y encontrándose con una advertencia de programación de alto contenido erótico, y acto seguido Los hombres sólo piensan en eso, aquella del crímen y el éxodo a Venezuela con Susana Giménez jóven.

Todos tienen una historia en torno a las películas de Olmedo y Porcel. El final de su carrera es una gran historia en sí mismo: una muerte no se sabe muy bien si como consecuencia de un accidente doméstico o ajuste de cuentas de la mafia de Marsella que ese mismo verano se cargó a la esposa de Carlos Monzón, una huída a un sitio como Miama para convertirse en pastor desquiciado, la destrucción de todas las vidas y carreras del séquito que los acompañaba.

En realidad quería escribir mi reseña sobre El champán las pone mimosas, pero pensando en la tradición del teatro de revistas y el mito del macho porteño de los setenta, por alguna razón se me ocurrió que la obra de los hermanos Sofovich tiene bastante puntos en común con la de Ford Madox Ford: la tristeza irremediable al fin, un hecho insigne que puede destruir cantidad de vidas igual de insignes. “(...) y yo le juro a usted que la desintegración de nuestro pequeño círculo de cuatro esquinas fue otro de esos acontecimientos impensables", dice el autor en El buen soldado.

2 Comments:

At 3:16 PM, Blogger Marco Pollock said...

Una GRAN frase de "Rambito y Rambón" y una de las mejores del cine argentino es Porcel diciéndole a Olmedo "Me cosiste los pantalones al culo".

Funciona en muchos niveles.

MP

 
At 4:21 PM, Blogger Mundo del Cinismo said...

Soy más setentista. Me gusta el final de Las mujeres son cosas de guapos, cuando están por tener un coito y empieza a quemarse el granero y Olmedo dice "pará gordo!!!!!", y Porcel, "¿pero y qué querés? después de quince películas se nos da..."

 

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