Dos o tres canales volvieron a cruzarse...

¿Qué puede salir de una cruza entre el traslado de los restos del general Perón y el funeral del árbitro de lucha libre, William Boo?

En principio, si Linterna Verde y La Mujer Maravilla cargaron los restos de Superman, ahí estarán una vez más esos adultos en ropa interior mejor conocidos como superhéroes: Pepino "El Payaso", el charro Santana, ese hermano mogólico de Robocop bautizado Robox, Bombero Loco, el leñador con zunga Enrique Orchesi, Mr. Moto, el heavy metal Billy Jean, el "ancho" Rubén Peuchele, incluso aquellos intentos de publicidad encubierta como el homónimo de los jugos Dink-C.

Y peleas por quién lleva el cajón. Los Péculo intentarán agregar dos manijas al féretro, pero empiezan los enfrentamientos. Claro que fue una trampa de los malosos, las dos momias, el gángster italo-americano Don Pacíficco, Atila, Ararat, Gengis Khan; cómo no recordar los lejanos ochenta, cuando un grupo comando irrumpía en los estudios de Lucha Fuertey secuestraban al "ancho" Peuchele (un luchador menos que secundario, que nunca se entendió mucho por qué, pero fue lanzado como el líder de los buenos una vez en mejor vida Martín Karadajián).

Y cómo los jóvenes de entonces, durante tres semanas, sintonizamos todos los viernes la cobertura de esa desaparición con final de batalla campal en un galpón del conurbano; cuando en la vida real probablemente Peuchele estaba cumpliendo algún contrato esclavizante en algún circo cuyo remanente fue vendido al del Facha Martel o al de "Quico" Villagrán.

Si Barton Fink enloqueció por escribir una puta película de luchadores de catch, generaciones enteras quedaron arruinadas. Sin darse cuenta.