Monday, November 20, 2006

El último magnate

Julio Ramos reunía todas las características necesarias (y más) para resultar al pensamiento medio de extremo desagrado: liaisons dangereuses con hombres notables y predicadores de la libertad de empresa, un diario fundado en tiempos en que las editoriales más bien eran clausuradas por el gobierno, fama (aparentemente merecida) de marido golpeador (a la vez que principal y único patrocinador en hacer una celebridad de su esposa, y fracasar con mayor resonancia -si cabe- que Charles Foster Kane). Si sumamos la muerte de dos de sus hijos en el plazo de poco más de un mes, resultaría automática su comparación con algún personaje del teatro isabelino o de su variante moderna encarnada en la entourage de la gestión Nixon.

Pero como todo hombre de derecha, Ramos sabía vivir. Entre cigarros y Campari, era capaz de una ironía imposible de rastrear entre el populismo acrítico y las derivaciones de un marxismo para escolares. La mejor evidencia son sus charlas de quincho, cuya lectura es recomendada incluso por trotkistas acérrimos como el profesor Carlos Mangone. Publicadas sin firma (aunque la leyenda sostiene que eran escritas por el propio Ramos), siguiendo una estructura en la que se mezclan la columna de opinión tendenciosa à la Walter Winchell y los anuncios de bodas de la alta sociedad del New York Times descritos por David Brooks; durante años hubo lectores que recibían Ámbito Financiero sólo los lunes, para leer las charlas.

Entre bodas en la Sociedad Rural, fiestas de embajadas, cumpleaños en Lola y algún que otro espectáculo musical y ocasionales avant-premieres, desfilaban personajes de la vida pública y no tan pública, siempre ligados a un poder que no tiene nada de virtual. Sería una obviedad agregar que las charlas encontraron su contexto más enriquecedor en los diez años del presidente Menem. De hecho, una vez derrotado por esa alianza de la burguesía del cemento que no llegó a durar dos años; las charlas se volcaron por momentos a una incierta melancolía, al relatar encuentros entre células "neomenemistas", con cenas en el Hotel Presidente. De vez en cuando, también cabía una fugaz aparición del estadista, ahora triste, solitario y final, coincidiendo en un cumpleaños con el no menos muerto en vida ex ministro Domingo Felipe Cavallo, en el que se abrazaban y elogiaban mutuamente.

Es probable que Ramos pase al olvido como el último magnate en tiempos de corporaciones y capital flexibilizado. Una pena, alguna de sus diatribas publicadas en su libro El periodismo atrasado, y especialmente en Los cerrojo a la prensa, todavía funcionan. Especialmente su desprecio por cierto gran diario argentino que (según la leyenda) quitó a Ramos la posibilidad de hacerse con la explotación del hasta entonces estatal Canal 13. Y el resto de la historia es conocida, guiada su cabecilla por el resentimiento de una vieja historia de amor con el entonces actual ministro de defensa, el gran diario traicionó al presidente y se escudó en valores éticos que nunca tuvo a la hora de hacer pública una historia de venta ilegal de armas durante el enfrentamiento entre Perú y Ecuador (en el que todo un pueblo voló debido al estallido de un arsenal, en tanto perfecta tapadera para hacer desaparecer esas armas vendidas que parece que no resultaron de la mejor calidad).

En cambio, Ramos siempre fue fiel a sus ideas y su gente. Queda la imagen de una de sus muchas visitas a TIEMPO NUEVO ("a estas empresas les interesa elpaís..."), entre el general Martín Balza y el economista Juan Carlos de Pablo.

1 Comments:

At 6:00 PM, Anonymous Anonymous said...

Nunca mejor dicho "Si piensas bonito, sucede bonito".

 

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