Friday, May 27, 2005

La vida sexual de los pitufos

El sábado recibí una telefonada de un amigo al que por cuestiones de protección llamaremos Pedro Picapiedra, y en fin, hablando de la vida me confirmó lo del intento de suicidio de... llamémosle... la Pitufina.

El Oso Yoghi, digamos, se encontraba en Inglaterra, no está teniendo el sexo que creía iba a tener, comienza a recordar paulatinamente las noches ardientes y apasionadas en compañía de su amour fou, y voila, escribe a Pedro Picapiedra para pedirle un favor: pasar por casa de mamá Yogi, quien le entregará un ramo de rosas y una caja de bombones de Los Dos Chinos para llevar a la Pitufina en su cumpleaños

Cuando Pedro Picapiedra y su novia van a casa de mamá Yogi, como ésta se encuentra muy molesta debido a la inversión que hizo en el viaje de su hijo (y éste no sólo trabajando de cajero, sino arrastrando el ala a una rubia falsa que dice ser de Ramos Mejía cuando técnicamente su casa está en Ciudadela –nota: no son mis opiniones, como facilitador no soy autoreferente, sólo hago un análisis de discurso), empieza a cantar...

Cuestión que mamá Yogi (llamémosla así, aunque probablemente se ofenda dado que no sólo está divorciada del señor Yogi desde hace un buen tiempo, sino que éste la dejó por una chica veinte años menor, que actualmente lo mantiene –igual, mamá Yogi no es precisamente Shirley Temple, tiene por dos pesos con cincuenta a una hermana que le deja preparadas milanesas y atiende el teléfono) les cuenta a Pedro Picapiedra y a su novia un hipersecreto que no tenía que comentar a nadie...

...como el Oso Yogi se iba el 20 de octubre, el 18 del mismo la Pitufina se "empastilló" creyendo que estaba cometiendo un suicidio, cuando en fin, no se trató de nada que no pudiera ser solucionado con un vulgar lavaje de estómago en algún hospital público vecino tipo el Instituto de Haedo, el Bocalandro o incluso (mon dieu) la salita de Auxilios de Ciudadela (vecina al viejo Cuartel de Artillería, hoy un museo mezcla de parque temático y villa miseria que alquila una parte de sus dominios a un hipermercado del señor don Coto).

Cuestión que con el tiempo el “suicidio” (o mejor dicho el sexo fácil en tiempo de abstinencia) captó la atención del Oso Yogi, que decidió llevársela a Inglaterra, y bien que todos anhelaríamos poner punto final diciendo “y fueron felices...”, pero claro, a tiempo real las cosas suelen contar con un toque de distinción especialmente sádico...

O sea, la Pitufina deja Ciudadela por Kensington Gardens; hay mucho sexo, mucho, aparentemente muy malo al menos para ella, pero en cantidad.... El Oso Yogi definitivamente ignora qué es lo que quiere una chica... cómo hacerla gozar. Es lo que se dice un sujeto completamente egoísta, le interesa nada más que el placer individual.

Y como la Pitufina venía de una mala experiencia en algún punto más o menos análoga (de acuerdo a ella, su ex también era un tosco individualista al que no le interesaba el placer de su compañera), da un ultimátum: “no más sexo...”.

Y en fin... si en “Ojos bien cerrados” Tom y Nicole confirman su infierno pequeño burgués cuando él pregunta qué harán ahora, y ella responde “fuck”, el amor de la Pitufina y el Oso Yogi llegó a su fin cuando él no quiso escucharla y ella no quiso coger.

Ahora que tenemos un final triste, me puedo despedir.

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