Friday, May 18, 2007

Todas las mujeres hermosas

Era rubia. Y hablaba idiomas. Había llegado a la que sería la orgía del nuevo milenio, y que no fue más que una noche entre amigos. Cursaba las últimas materias de la carrera en la que no me recibí. Le hablé de mi tesis. Los cien mil libros destruidos a mano. Ella mencionó su separación. Ocho años juntos. Entre los 19 y los 27. Todavía no había pasado a buscar sus cosas. Definitiva. O se casaban y tenían hijos o se separaban. Y se separaron. Dijo que si volvían, sería dentro de un par de años. También contó que a su padre no le queda demasiado.

Cuando se hizo la hora en que el carruaje se convierte en calabaza, ofrecí llevarla. Si estuviéramos en Londres, hubiera llevado a Antares para luego seguir con ella y que me invitara a subir y tener sexo salvaje. Temí que se sintiera presionada. No había dado señales para dar ese paso. Apenas un intercambio de miradas y una sonrisa ocasional.

En el camino hablamos de dos o tres cosas. De sus paraderos anteriores, del whisky que bebí por la tarde con la gente del trabajo. De cómo la comunidad italiana no conservó la lengua entre sus descendientes. Y así, llegamos a la puerta de su casa. Adolescentes esperando el transporte público y neón fundido o apagado. Ella fue amable y agradeció.

Es probable que no volvamos a vernos. Nunca compartiremos el dolor. Ni hablaremos de las malas experiencias. Ni volveré a prepararle un gin con tónica.

Luego, llevé a Antares a su casa.

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2 Comments:

At 8:09 AM, Blogger Barna said...

El rubro "would´ve/could´ve/should´ve" es apasionante en su sadismo. Creer en la imposibilidad del regreso o mudarse a Londres; no se si hay muchas mas opciones, mi estimado MdC.

PD: dese una vuelta por el anteultimo post de mi blog, hay algunas resonancias con lo que menciona en este...

 
At 3:19 PM, Anonymous Anonymous said...

pero qué pesimismo! consiga el teléfono y llame invitando gin tonics o cena étnica!

 

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