Sunday, May 29, 2005

Los mellizos Sabadú

Nacho Cornejo era huérfano. Vivía con una tía abuela dueña de una fonda en un pueblo minero. Un día descubrieron un yacimiento en su propiedad, y como la abuela envejecía más de la cuenta, y era obvio que no iba a estar entre nosotros para encargarse de Nacho, entregó los papeles de la mina a los abogados de una actriz retirada, a cambio de que adoptara a Nacho y se hiciera cargo de su educación.
A los seis años Nacho vio por última vez a su tía y partió a la gran ciudad. Se instaló en el triplex de la actriz retirada, madre soltera de quince niñas vietnamitas a las que había adoptado en un viaje espiritual por Oriente.
Las quince hermanas le hicieron la vida imposible a Nacho Cornejo: lo vestían de mujer, lo llamaban “mariquita”, se complotaban para hacerlo responsable de mezquindades en las que él no había tenido participación.
Desde entonces, Nacho Cornejo tomó una costumbre: encerrarse en el ascensor del edificio y hablarle a las paredes. Hace poco les contó que había conocido a una chica increíble, una Sabadú que tenía un hermano mellizo.
Pero eso es otra historia.

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