La sagrada familia
Hace poco echaba un vistazo a "Generación quemada", una antología tan interesante como prohibitiva (al menos para un salario argentino) del panorama literario estadounidense más actual (que considerando el retraso con el que llegan las cosas a este país, tiene de actualidad lo que un nuevo comunicado sobre el aborto firmado por la Santa Iglesia Católica). Algo así como un "Best of" (que es mucho mejor que un "Greatest hits") de la generación que no recuerda qué estaba haciendo cuando mataron al presidente Kennedy (básicamente porque no había nacido), que vive sus "wonder years" durante Nixon y Vietnam, conoce el rock a través del CBGB y la new wave, crece con los Beach Boys tocando en actos políticos en los que un viejo actor de serie B devenido presidente habla al pueblo desde una gran pantalla mientras en el escenario lo observa su esposa también actriz fracasada que privilegió una masectomía a cualquier otro tratamiento contra el cáncer, es testigo de un director de la CIA texano que gana las internas republicanas y luego las elecciones presidenciales, piensa con la muerte de Cobain que podría haber sido cualquiera de nosotros y comienza a consagrarse cuando en Denver, Colorado, dos chicos llamados Eric Harris y Dylan Klebold entraron por última vez en una escuela llamada Columbine.
Entretanto, un poco de drogas, televisión, mucha televisión, en algún caso alguna temporada en clínicas psiquiátricas, y por sobre todas las cosas una gran obsesión por esa gran novela que todavía nadie ha escrito, llamada América.
No es trillado pensar en los no menos "quemados" exponentes de lo que alguien ha dado en llamar "nueva comedia americana" como los primos hermanos de esta generación de autores. El lazo de sangre sería algo así como un diario de bitácora de cómo sobrevivir a la locura, más que la condición autodestructiva de sus padres putativos, sea Lenny Bruce o John Belushi para los comediantes o Kurt Vonnegut y John Cheever para los escritores (o Lenny Bruce y John Belushi para los escritores y Kurt Vonnegut o John Cheever para los comediantes).
Ahí está el argumento completamente psicópata de "Saving Silverman", dos amigos (Jack Black y Steve Zahn) que secuestran a la novia de un tercero y le hacen creer a ésta que ha muerto, como motivación para reencontrarse con la primera novia que verdaderamente ama, metida a monja. La obsesión por la cultura pop tan afín a sus primos literarios, en este caso aparece en la figura de un fanatismo no demasiado sano por Neil Diamond. Dirigía Frank Coraci. Especie de amanuense de la factoría Sandler (junto a Dennis Dugan, Steven Brill y Peter Segal), pero empleado y todo con mucho más sentido del cine que tantos "jefes" tan admirados por la gente de Palermo Soho. Porque sucede que a la familia no le interesa que los otros piensen cuán inteligentes son porque de antemano saben que se encuentran en algún punto entre la estupidez, la inmadurez y el cuadro psicópata. Si no pensar comparativamente en las mil y pico de páginas de la completamente caótica "Infinite Jest" de David Forster Wallace, en relación al buen cine de los Farrelly en el que la comedia no es gag ni desviación de una norma ni sátira, sino lo más parecido a un epiléptico que ve venir uno de sus ataques, que de pronto suceden
Pero también sucede que a veces el idiota de la familia deviene en el hijo pródigo. Ahí lo tenemos a Sandler y "The longest yard", en apariencia una comedia muy leve sobre la camaradería y el deporte, de fondo una lectura muy sutil sobre la administración Bush que prescinde de indignaciones tan legítimas como ingenuas. O mismo "Team America", blanco de ataque de republicanos y "liberals" que en realidad es una extensión de esa obsesión por esa gran novela que todavía no se ha escrito, a través de la representación de países extranjeros llevando al extremo el cliché de cómo se ven para un ciudadano de la verdadera América.
Si los nerds consumaron la venganza dirigiendo grandes corporaciones y consiguiendo a los 30 la atención de mujeres que anteriormente los evitaban, mientras quaterbacks se divorcian de sus novias porristas o enfrentan un tercera hipoteca y no odian a sus familias como se odian a sí mismos por odiar a sus familias; hay una zona intermedia de aquellos demasiado nerds para salir con una porrista y demasiado psicópatas para el apacible carácter nerd, que no necesita de venganzas porque sabe que todo está jodido de antemano. Pero sin embargo, cabe la risa.
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