La dentista lectora de Kafka
Todo empezó mal. Muy mal. En la sala de espera, al echar un vistazo a una de esas revistas cuya única razón de ser resumen las palabras culos, tetas y cagetas; qué encuentro sino fotos de la selección femenina de hockey. Si el comentario al mirar este tipo de publicaciones es "mucha ropa"; en este caso, poca, demasiado poca, ¡¡¡dejen algo a la imaginación, al menos si se trata de mujeres por las que nunca voltearíamos la vista!!!¡¡¡Cúbranlas con algo por el amor Cristo!!! ¡¡¡No quiero ver!!! ¡¡¡Arránquenme los ojos!!! ¡¡¡"Córtame el pápardo, Mickey"!!! ¡¡¡"¿Quién hubiera imaginado que alguien querría fotos de Whoopy Goldberg desnuda?"!!!
Luego fue peor. Ingresar al consultorio y notar un libro... ¿Qué estaba leyendo la odontólga? Kafka... ¿Qué no deben leer cosas amables? Alguien que lee Kafka no puede guardar demasiada piedad por el mundo ni por el prójimo. Y que un odontólogo no tenga piedad por el prójimo... (dado que el prójimo engloba también su dentadura).
Pero era sólo un tan postergado como rutinario blanqueamiento. Era nuestro trato. "Teníamos" un trato. Carente de vigencia cuando luego de una no menos rutinaria inspección, la dentista lectora de Kafka empezó a repetir "menos mal que viniste, menos mal que viniste...". Y torno en mano agregó: "al principio no uso anestesia, para saber un poco cuán grave es la caries...".
Soy resistente a las torturas. He visto sin cerrar los ojos "La noche de los lápices" y "Syriana". Pero si el instinto no despertó una patada en la entrepierna, fue porque la dentista no tiene pelotas que le puedan doler.
Diagnóstico: tratamiento de conducto. Preguntó si no había sentido dolores. Le expliqué que sólo muy de vez en cuando una molestia solucionada con analgésicos, que relacioné con la muela del juicio. A la que echó un vistazo. Estaba perfecta. También la superior del mismo lado. Pero no la del derecho. Hay que extraerla.
Luego siguió mirando, repitiendo "menos mal que viniste, menos mal que viniste", hasta que sentenció un: "me estabas engañando". Caries en un maxilar. Torno. "Alcanza" con una alógena.
Mientras llenaba receta para correspondiente antibiótico, lo único que se me ocurrió preguntar fue si se seguía usando la novocaína. Me observó como se observa a un drugstore cowboy que acude para analizar los dispositivos de seguridad, y por la noche entrar al preciado consultorio en busca de un indispensable chute.
4 Comments:
aguante el cinismo, te seguimos y practicamos desde egipto
No sé explicar por qué, pero la idea de un dentista leyendo Kafka no me parece extraña; por el contrario: alguien que tras seis años de arduo estudio se dedica íntegra y exclusivamente a la boca y no le parece absurdo sino más bien algo muy serio me parece de por sí un personaje kafkiano... y ni hablar de la dessensibilización al dolor ajeno.
Sí, bueno, en teoría funciona. Pero convengamos que en general los médicos, cuando tienen un libro en su consultorio, tienen algo "tranquilo". No digo que tengan a Dan Brown, porque me haría desconfiar tanto como Kafka, pero digmos, que lean a Javier Marías o El club Dante o algún best selle de "qualitè" ¡¡¡O por lo menos deberían, para dar un poco de confianza!!!
"No digo que tengan a Dan Brown, porque me haría desconfiar tanto como Kafka"
A TODOS mis compañeros de medicina les apasionó el código Da Vinci.
que duermas bien...
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