Monday, June 13, 2005

Una pareja con cara de orto en domingo

Un domingo por la tarde, un encuentro entre amigos que no terminan de definir si son intelectuales o cool o tal vez ambas cosas. A pocos metros de la mesa, una típica pareja con cara de orto sentada en un sofá. No se hablan.

Propusimos una genealogía de ambos.

Él se llama Javier, es egresado de colegio inglés y trabaja en sistemas mientras pospone una y otra y otra vez su tesis en Ciencias de la Informática en la UBA. El motivo: tiene tres trabajos con los que gana apenas 1500 de los 3000 pesos necesarios para poder casarse y tener hijos.

Ella se llama Silvina. Empezó Psicología también en la UBA, pero luego de tres años lidiando con el CBC se cambió a una escuela de marketing, que también abandonó cuando un profesor la reprobó por cuarta vez en un final, y entonces decidió esperar a que el docente muera y recursar, pero el sujeto sigue con vida. De ahí que Sil se haya cambiado a Administración de Empresas en la UCES.

Sus bajas calificaciones las explica a raíz del tiempo que le insume ser cajera de Walter Warnes, un local de respuestos automotores que pertenece a su padre y a su tío. En realidad, el fundador fue su padre, pero luego de una estafa del sindicato de taxistas su tío salvó el local ingresando como socio, con el dinero que había obtenido como transportista de combustibles YPF (cuando la empresa era del estado; al ser privatizada, Repsol prescindió de sus servicios).

Los padres de Javier odian a Silvina, la consideran una puta.

Los padres de Silvina odian a Javier, lo consideran un maricón.

A Sil le basta una cara de orto para evitar a la familia de su novio. Él, en cambio, no tiene más opción que acompañar a su chica y a la familia de ésta al autódromo, donde su hermana menor trabaja de promotora y Walter Warnes auspicia el auto del ex novio de Silvina. Éste último se llama Luciano, es seguridad en un boliche bailable y vendedor de viajes de egresados en colegios de zona norte.

Silvina conoció a Luciano cuando tenía 16, y él 21. La sedujo su motocicleta. Estuvieron juntos hasta que ella cumplió 23, y él vendió su Honda para pagar el casamiento. Plan que no fue a raíz de que él volvió de su último viaje de egresados, ella tomó la iniciativa de acomodar su bolso y encontró una caja de condones...

Entonces, Luciano invirtió el dinero que tenía para la boda en un auto de Turismo Carretera. Justifica su irracionalidad al volante en el hecho de que desde que lo dejó Sil, le da lo mismo estar vivo que muerto.

1 Comments:

At 9:55 PM, Anonymous Anonymous said...

http://www.revistaclasica.com.ar/2000-04/nota02.htm

 

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