Sunday, December 18, 2005

Flores rotas

Al cruzar a Eduardo Blanco durante el festival de Pinamar, pensé que sería perfecto para un de sketche de "Coffee and cigarettes" de Jim Jarmusch. Aunque luego me di cuenta de que la idea venía al caso no por el talento de Blanco (si acaso lo tuviese), sino porque en uno de los mejores sketches de "Coffee and cigarettes" participa Roberto Benigni (de quien Blanco es una especie de hermano down). Claro que en realidad no se trataba ni de Blanco ni de Begnini, sino de Jarmusch, a propósito de la programación de su último opus como "película sorpresa".

Contar el argumento no sólo no diría demasiado, sino que en sí mismo podría ser interpretado casi como un cliché. Y en este sentido, peligro, podría pensarse de antemano que "Flores rotas" no es más es otro vehículo de lucimiento para un Bill Murray tal vez demasiado "prestigioso", a años luz de "Albóndigas" y "Los locos del golf". Pero no. Es mucho, mucho más que eso. Y más...

Hay una excusa trivial para que un personaje recorra los caminos. Y que no es más que eso, una excusa. Lo que importa es la anti-iconografía que construye el encuadre, como si en America ya no hubiera nada interesante que fotografiar. No más jukebox, ni autobuses Greyhound, ni campos de maíz de Iowa ni café con pastel de manzana. Si Hopper responde a la vida soñada de Norman Rockwell con una mirada a un vacío individual que contempla a su vez un vacío colectivo (clausurando la escuela impresionista lejos de Francia y en pleno auge del fotoperiodismo); Jarmusch elude el discurso multiuso de la alienación como aliciente de la llamada "crisis de las imágenes": más bien parecería retomar aquella máxima de Vivaldi citada por Bresson (no adrede la película está dedicada a Jean Eustache), con respecto a que puede haber un nivel de polución bestial, pero sin embargo en una sola nota, en un simple acorde, el arte aparece con una fuerza demoledora y no hay polución que valga.

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