La novela de Steve Martin
Leí "Shopgirl" en dos semanas. La empecé al poco de comprarla en un saldo por ocho pesos, mientras esperaba un retraso de mi jefe que se prolongó por poco más de dos horas. Y aunque prometía mucho su prosa de stand up comediam esquizofrénico que encuentra belleza en el mundo luego de una terapia de electrochoques, por alguna razón quedó ahí, hasta retomarla y concluirla en una tarde de domingo habitualmente reservada a los diarios.
Contra cualquier sospecha, "Shopgirl" no es el capricho de una celebridad que se deja llevar por la megalomanía e incursiona en un oficio que no es el que lo hizo célebre. No es la novela de Nick Cave ni los discos de Billy Bob Thornton ni Michael Jordan bateando en los Chicago Cubs. Menos que menos uno de esos caprichos de celebridades locales que tanto fascinan a la gente cool y a los chicos de Letras, permitiéndoles jugar un ejercicio de ironía ciertamente vacío, porque alguien que saca fotos a niños que revuelven la basura en un McDonals de Palermo, o que escribe un poema citando "El erotismo" de Bataille, debe ser mucho más listo que Nicole Neumann escribiendo canciones o Julieta Prandi poemas.
Como guionista, Steve Martin es responsable de al menos dos obras maestras: "¡Three amigos!" (John Landis, 1986) y "Bowfinger" (Frank Oz, 1999). Sendas comedias de un humor nostálgico, por momentos casi naive, que más que pretender una reacción jocoso se cuestionan cómo reír cuando las cosas no son precisamente graciosas. En este sentido, en el caso de la primera, la presencia del finado Phil Hartman resulta hoy menos perturbadora que melancólica. No es casual que el coguionista haya sido Randy Newman. Hay algo de sus primeras canciones, de la ternura en un clima árido que deja al sobrevalorado Tim Burton como un fabricante de maniqueísmos.
Pero "Shopgirl" tampoco es la novela de un guionista que ya piensa en su versión cinematográfica (por más que este año se estrene la película escrita y protagonziada por el mismo Martin). No sólo no hay diálogos excesivos, sino que casi no hay diálogos. Funciona (y muy bien) como una suerte de comedia sofisticada en el lugar equivocado: una vendedora de guantes adicta a los antidepresivos, un millonario excéntrico y un artista de graffitis que vende parlantes, en una Los Angeles que no admite inadaptados. Casi como una adaptación de "Las vírgenes suicidas" a cargo de los muchachos de Saturday Night Live, de vacaciones en la costa oeste.
4 Comments:
¿Se consigue en castellano el broli?
Bowfinger es grosa, lo mejor de Edi Morfi después de 48 horas. Comedia pura y dura, de las que ya nadie hace.
Buenas noticias: sí, se consigue en castellano. Malas noticias: editado por Circe, a precio de rescate de hija del millonario. Buenas noticias: en Pelegrini y Avenida de Mayo (sobre Avenida de Mayo) estaba en saldo a ocho pesos. Malas noticias: la última vez que pasé, hace ya un par de semanas, quedaban dos.
Gracias!!!
hacia ahí iremos, en busca del Santo Grial, con la esperanza de que no sea tarde para los justos.
Yo también quiero conseguirlo... pero soy del interior de la provincia de Buenos Aires... a ver como me las ingenio.
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