Tuesday, May 23, 2006

Botas: el origen

La última vez que vi a (llamémosle) Gori Botija, estaba por iniciar conviviencia con un blanco anglosajón protestante, ingeniero agrónomo descendiente de holandeses y de familia amiga de los Kloosterboer. Una mierda aria que en una ocasión en que ella quiso satisfacer su esnobismo de moderna audiovisual viendo "la última de David Lynch", a la salida inició una pelea no sólo por lo que le había llevado a ver, sino porque el taxista que los depositó de regreso en casa "era negro" (cuando más de una persona le recordó a Gori Botija la existencia de un tal señor Mandela y el fin de una cosa llamada "apperheid", ella intentó disimular la justificación en vano intelectualizando categorías de la sociologia de Pierre Bourdieu, reducidas más bien a un manual de filósofos en noventa minutos).

No hace mucho, en un lugar que no viene al caso, Gori Botija estaba por ahí. Como quienes no tienen nada muy interesante de qué hablar, la charla giró en torno a una actualización en fast-forward de la vida sentimental. La convivencia con el racista ya era parte del pasado. Alquilaban un apartamento espacioso, en pleno centro. En el último piso de un edificio de tres. En el segundo habitaba una anciana judía con un hijo en Israel, el primero las hacía de hotel familiar... Y aunque al principio Gori Botija y su novio intentaban no darle importancia al asunto, los olores a orina y fritanga lo hacían inevitable.

Apenas una anécdota, sin embargo, comparado a las mentiras de él. O quién sabe, tal vez al aburrimiento que la llevó a encontrar mentiras incluso donde no las había, en busca de un poco de emoción al tedio de los viajes a Patagonia que exigían las labores de él. O un poco de ambas. En una ocasión, él dijo que regresaba al día siguiente porque no había pasajes. Pero Gori Botija llamó a la compañía, y adivinen, sí quedaban. En otra oportunidad, ella invitó a cenar a una amiga periodista de internacionales, y dice que intentó coquetear con el ingeniero racista.

Si necesitásemos una foto para ilustrar la palabra "vulgaridad", la de la periodista de internacionales funcionaría (y muy bien). Hace tantos años, al punto que había convertibilidad, durante un BAFICI escapamos con un amigo de una idiotez de Kusturica sobre una banda de música balcánica. Camino a la salida nos topamos con Gori Botija vestida con una blusa fluorescente que dejaba a la intemprie su creciente sobrepeso. Estaba acompañada por una mezcla de fan de Babasónicos y actriz de reparto de espectáculo de revista, que llevaba minifalda de cuero y botas. La periodista de internacionales. Bebían Doctor Lemon. Estaban por entrar a un programa de cortos de Alex de la Iglesia, o de directores españoles, alguna basura por el estilo. Desde entonces acuñamos el término Botas para definir cierto tipo de mujeres.

2 Comments:

At 10:12 AM, Blogger Roco said...

No sé si refieren exactamente a la misma categoría de mujeres, pero acá en el norte se habla de aquellas que usan "Fuck Me Boots".

 
At 9:49 AM, Blogger Mundo del Cinismo said...

Igamos que sí. Nada volverá a ser igual desde que alguien tan (poco) genial como Jessica Simpson reciclara algo tan genial como el "These boots are made for walking" de Nancy S.

 

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