Kurt Vonnegut jr nunca ganará el Nobel
Pregunta: ¿por qué la mayoría de los comediantes norteamericanos son tan graciosos, y por qué sus pares nacionales son tan (poco) graciosos?
Tesis: mientras los americanos parecen no sufrir conflicto al enunciar un humor en apariencia tonto (pero efectivo), los cómicos locales pretenden un humor “inteligente” (pero completamente efectista).
La Trasnoche 13 solía dar un buen caso. Una comedia con Rodney Dangerfield, del subgénero “millonario debe regresar a la escuela para completar estudios”.
En un momento de la película, un docente encargaba a Dangerfield un trabajo práctico sobre la obra de Kurt Vonnegut jr. Aprovechando sus millones, qué hace Rodney sino encargar la monografía al mismísimo Kurt Vonnegut jr (cameo mediante).
De más está decir que el docente reprueba el trabajo.
Tal vez no es un chiste muy novedoso, de hecho es casi una versión ligera de un sketche de “Annie Hall”, con la diferencia, justamente, de que Vonnegut se distancia de Allen a partir del hecho de que no necesita “parecer” inteligente a la hora de resultar gracioso.
Mientras que para Allen, y su bienintencionado progresismo universitario, un chiste consiste en la alteración de un orden lógico (“una mujer va a un detective y le pide que encuentre a Dios...”), para Vonnegut no hay otro chiste que el de hacer invisible sin el mejor rasgo de violencia la línea que separa la comedia de la tragedia.
Ejemplos: un hombre es raptado por alienígenas que lo hacen viajar por el tiempo y en el futuro presencia su propia muerte (“Matadero cinco”); un burócrata dependiente de Eichman es testigo del vodevill sin gracia en que se ha convertido su vida, en medio de la Segunda Guerra Mundial (“Madre noche”); un periodista que investiga la vida de un supuesto creador de la bomba atómica sigue los rastros de éste hacia una dictadura centroamericana sobrevive al Apocalipsis y despierta en un paraíso terrenal muy parecido a Disneyworld (“Cuna de gato”); etcétera.
Claro que mientras Allen se vuelve más insípido y cool, no es que ya nadie lea a Kurt Vonnegut jr, sino que el reconocimiento por su obra se limita a alguna mención en blockbusters de buenos vs malos tipo “The recruit” (Roger Donaldson, 2003).
Lo cual podría entenderse como un gran chiste vonnegutiano.