Una biografía de Fabián Polosecki
Sobre todo en el ámbito de la crítica cinematográfica, se tiende a pensar en términos de “honestidad” como patrón estético (ciertamente dudoso), que nadie sabe muy bien a partir de qué definirlo; aunque se infiera que el adjetivo desliza algo así como una sagacidad para alejarse de la manipulación y los golpes de efecto. Cuando en fin, qué son las lecturas sino ejercicios de manipulación cerebral extremadamente sutiles…
En este sentido, dos tipos de manipulación se desprenden de “Polo – el buscador” (Catálogos, Buenos Aires, 2005): una bastante torpe y vulgar, en la que los autores (blancos, progresistas, universitarios que van tres veces por mes al cine y están al tanto de las novedades literarias de edición nacional) intentan transmitir esa “honestidad” apelando a tesis demasiado conocidas, del tipo “es increíble que un personaje como Polo haya surgido en medio de la decadencia menemista, con alguien tan corrupto como Gerardo Sofovich a cargo del canal estatal…”, “tuvo la osadía de llevar a la tele a personajes que vivían en los márgenes” o “respetaba a sus entrevistados en tiempos en que estaba de moda humillar a la gente con cámaras ocultas”.
Y otra, que gana en sutileza y ambigüedad, en la que a partir de testimonios del propio Polosecki, y de su familia y de amigos y colegas como Rodrigo Fresán o Enrique Sdrech; se reconstruye entrelíneas los días en que las máquinas de escribir, la ingenua fe en el retorno de la democracia y la prensa gráfica como medio de comunicación masiva, cede a los ordenadores, a la llamada “fiesta menemista” y a la televisión por cable, narrando “grandes” acontecimientos como la caída del bloque soviético a partir de detalles más bien banales. Es en estas intrascendencias donde se cifra el verdadero interés de un libro que hubiera ganado más, mucho más., como biografía oral à la George Plimptom. Lástima que el ego de los egresados de nuestras escuelas de periodismo les brinde una seguridad en su prosa y sus juicios, de la que tal vez, contra los pronósticos de sus psicoanalistas, deberían dudar.
En concreto, el libro es una excelente lectura de veraneo. Lástima que algunos lectores no veraneemos.