El suplemento dominical del diario fundado por un no tan circunstancial como fracasado documentalista, hoy devenido newsletter del peor presidente en la historia con sus ataques a instituciones supuestamente poderosas (aunque más bien desmanteladas y en un punto de no retorno a lo que supieron ser); nos ofrece un subsubsubsubgénero -ya que las firmas en juego son las de universitarios notables- no tan patético como hilarante. Lo que un amigo denominó con tono de burla, aunque en el contexto tan serio de una monografía, como "deliciosos bocaditos desopilantes".
La ecuación sería así: pongan a un académico incapaz de parpadear mientras lee con demasiada seriedad el último ejercicio de estilo escrito en jerga, de moda en este horrible país a cincuenta años de que lo fuera en Europa, y que escriba sobre una película pretendidamente
masiva pero a la vez de prestigio. Hoy fue el turno de una supuesta eminencia nacional en Shakespeare y el lamentable refrito de un Scorsese al que parecería que cada vez le quedan menos cosas (interesantes) que poner en pantalla. Dice la eminencia: "en el cine de Hong Kong, esta irrealidad de trama y personajes se corresponde sin fisuras con un similar esquematismo de puesta en escena, vestuario, locaciones y actuación que por momentos acercan más al cine de animación, y el resultado es coherente y armónico".
¿Hong Kong no fue devuelto a China hace unos años? Ok, en tiempos de "estudios de género", podemos hablar de cine cordobés de Córdoba, España, y de cine cordobés de Córdoba, Argentina. Eso sí, ¿algo más ingenuo que plantear un genérico cuando si existe tal sólo cabe la heterodoxia? ¿O qué tienen que ver Stanley Kwan con Tsui Hark y Benny Chan con Ringo Lam? Evidentemente, el referente de la eminencia (para afirmar tan convencido lo que dice) habrá sido alguna de Jackie Chan que enganchó por la mitad en Telefé, y no de las de Stanley Tong sino de las de Brett Ratner. Y algún afectado podrá objetar que qué hay de Stephen Chuw, pero de ahí a plantear un genérico a partir de tan solo dos casos...
"(...)¿por qué se le ocurrió al genial Marty hacer una remake de una ignota película hongkonesa (
Infernal Affairs (2002) de Andrew Law) que es, como mucho, una correcta película de género?".
Sobre "el genial", creí que los adjetivos habían pasado de moda. Pero en fin, se ve que la eminencia vive a destiempo y hace mucho que no va al cine (al menos a ver las de Scorsese), porque más que de "el genial" seria más coherente "el alguna vez genial": no hay que tener una entrevista en exclusiva para saber que mientras rodaba la muerte de Joe Pesci en
Casino (lo dice Marty a Richard Snickel), Marty sintió que se dedicaba a la apología de la violencia (cuando la violencia no tiene nada de poético) y que iba siendo hora de un cambio, y quien no le crea que revise su más reciente filmografía: un
biopic del Dalai Lama en clave "si Bertolucci ganó el Oscar con una de un nene chino, yo también puedo"; un refrito de
Taxi driver con ambulancias en vez de taxis y el supuesto "sublime punk" (????????????) del que habla la eminencia devenido en apología de la gestión Giuliani; un episodio del recital pro Nueva York post-911 con Jon Bon Jovi y Nick Carter en el que Steve Buscemi cuenta que fue bombero; y basta de enumerar, salvo el documental sobre Dylan (en el que, dicho también por el propio Scorsese, la mayoría de las escenas pertenecen a Pennebaker y los Maysles), del resto nada vale demasiado.
Ah, ¿y Andrew Law es algo de Jude Law? Porque el nombre no del director sino del codirector de la trilogía
Infernal affairs es Andrew Lau. Y ningún parentezco con su protagonista (y alguna vez actor de Wong Kar Wai), Andy Lau. De hecho, son sus nombres "occidentales": Andrew se llama Wai Keung Lau, y decíamos que tuvo un codirector (su socio en los dos episodios restantes de la trilogía
Infernal affairs y en la adaptación del animé
Initial D), conocido como Alan Mak y nacido Siu Fai Mak (este año, Wai Keung Lau dirigió por su cuenta un policial à la
Rashomon titulado
Daisy, con guión del surcoreano Kwak Jae-young, asimismo director de comedias románticas como
My Sassy girl y
Classic).
"(...)como mucho, una correcta película de género?". También lo era
Shane, de George Stevens. Y
Johnny Guitar de Roeg. Y cualquiera de Hitchcock y por qué no de James Cameron. Igual no hay que darle demasiada importancia, la eminencia hace la pregunta en el marco de un ejercicio posmoderno para "desnudar el proceso creativo", digno de los aspirantes a artista de
Art school confidential. Y olvida, claro, que si hay un lugar que sin serlo se parece al Hollywood de los viejos tiempos, vive entre las producciones de Corea del Sur, Taiwan, China y Japón: películas muy personales y a la vez pensadas para un gran público evidentemente familiarizado con tramas tan oscuras como intrincadas (un director argentino me contaba una vez que al presentar su película a un público de adolescentes coreanos, él les dijo "entiendo que la trama les parezca un poco compleja", a lo que respondieron perplejos que no, más bien todo lo contrario considerando que desde niños les cuentan historias sobre filósofos que sueñan ser una mariposa cuando es la mariposa que sueña con ser un filósofo). De hecho, si alguna vez en las dos grandes épocas de Hollywood hubo lugar para Von Sternberg y William Wellman, o para Bill Friedkin y Antonioni, actualmente entre las cinematografías citadas conviven Hou Hsiao-hsien con Wilson Yip y Kim Ji-woon con Hong Sang-soo o Tsai Ming-liang.
"No es la primera vez que a Scorsese se le da por las
remakes (...), ya había puesto en práctica el truco de hacer una buena versión de una mala película o al menos inferior (algo que la mayoría de sus colegas y compatriotas hace muy bien, pero al revés)". Carlitos (¿puedo llamarte así?) dejá por un par de meses de ir al Lorca y a la Lugones, y vas a ver que no sólo hay vida mucho más allá de Haneke, sino que, como dicen las santas escrituras, "hay de todo en la viña del Señor". Hay
remakes innecesarias y las hay muy dignas, de filmes no menos dignos. Y, sorpresa, algunos hasta se consiguen en Blockbuster, podés darles un vistazo.
Scarface (Brian DePalma, remake de la película homónima de -todos de pie- Howard Hawks),
El amanecer de los muertos (Zack Znyder, basada en la que tal vez sea el mejor episodio de la saga de Romero),
Elephant (refrito de un telefilme que muy pocos vieron, lo cual no es un obstáculo para admirar la versión de Van Sant); cualquiera de las dos reversiones de
Los invasores de cuerpos. Como bien decís, la clave está en dar una "versión". Que en el caso del más reciente Scorsese se acerca al refrito más vulgar, con planos calcados del original (como los encuentros en la terraza) y como bien señalás referencias literarias que parecen sacadas de Dan Brown y el aporte de un objeto amoroso que quita sutileza. Sin mencionar a un Jack Nicholson lejos de sus años con -todos de pie- John Huston y cerca, muy cerca, del profesor Neurus de García Ferré.
Más que de "una buena versión de una mala película", o de una mala versión de una buena película (como fue, por ejemplo,
Criminal de Gregory Jacobs -según las
Nueve reinas de Bielinsky),
Los infiltrados funciona como equivalente "prestigioso" de
Vanilla sky, la remake que hiciera Cameron Crowe de
Abre tus ojos (Alejandro Amenábar): o cómo creer que para aportar un nuevo punto de vista a la misma historia, basta con sumar metraje y canciones (en ambos casos hay temas de los Beach Boys).
Infernal affairs, de hecho, ya tuvo dos inmejorables versiones, que son sus secuelas, en las que se vuelve a los mismos hechos y personajes aportando puntos de vista y raccontos y resoluciones. Ojalá este refrito
made in America sirviera a algunos para descubrir el original, así como las
remakes de
The ring y
Dark water sirvieron para difundir algunas películas de Hideo Nakata. O al menos que le den a Scorsese el Oscar que tanto parece buscar, y recupere el buen pulso como el aparentemente perdido Brian DePalma con
The black dahlia (de la que ya hablaremos).
Eso sí, pedir a nuestros académicos que se embarren un poco, e intenten abandonar la jerga y los abusos de metodología comparativa, y no pretendan analizar un frasco de mayonesa con los mismos parámetros estéticos con los que analizan
Beowolf, ya es pedir muy mucho. Pensar que en 1974 había ediciones argentinas de Pauline Kael... Hoy en las marquesinas coincide el diario de Inés Gallo (envuelto en plástico para que nadie le eche un vistazo y por ende se de cuenta del desperdicio que significa comprarlo -amén de que en unos meses se conseguirá en saldos) con otro volúmen sobre las novias de Sarmiento y la sexta estupidez anual de Aira y el último premio Nobel y toda la mierda escrita desde Puán y Pedro Goyena, o al menos con un espíritu afín. Pensar que en los últimos meses del 2001 había lugar para la edición pocket de un Amis descatalogado, los ensayos de Gore Vidal y las memorias de Said y novelas tan poco leídas como el
Babylon babies de Dantec y las memorias de Mingus. Cierto que ahora somos más honestos y nuestra producción (incluyendo la intelectual) es local. ¿Y si declaramos la guerra a Gran Bretaña y ponemos la bandera de la Union Jack? Cierto, no sólo no funcionó en el 82, sino que sirvió a la eminencia para escribir la novela que lo hizo conocido entre el circuito de meritócratas de la academia (alguna vez hubo un tiempo en que los libros no se escribían y publicaban para conseguir cátedras -ese tiempo, claro, está entre las cosas muertas).