Parafraseando a
Cecilio, cuando no se tiene nada muy interesante para contar o decir, se comentan algunas lecturas de las últimas semanas.
-ROSENTHAL, Daniel:
Shakespeare en el cine. Un manual que a pesar de sus errores de foliado en el índice, y de la ausencia de un índice onomástico necesario para tantas entradas, no deja de ser de lo más completo. De las versiones que todos conocemos a transposiciones para la TV e incluso adaptaciones no confesas (como la extraordinaria
10 things I hate about you), el autor describe y compara diversas versiones de trece obras (una por capítulo), más algunos ejes globales un poco caprichosos y menos exhaustivos, como "Otras obras", "Shakespeare en otras películas", "Shakespeare en los Oscar" (???????). El resultado final es muy entretenido, sobre todo considerando que es un libro que resiste lecturas lineales y no tan lineales.
-FIRBAS, Paul y MEIRA MONTEIRO, Pedro:
Andrés Di Tella: cine documental y archivo personal - Conversación en Princeton . A diferencia de otros realizador y "teóricos" (como Llinás jr), que en uno y otro campo combinan el asesinato en serie (de espectadores y de lectores); como realizador, Di Tella jr. es un digno teórico, y un excelente pedagogo. La mejor prueba es este volúmen, en el que de una charla aparentemente vanal surgen interrogantes sin respuesta en torno al cine en general y al documental en particular: cómo se "muestra" lo que carece de un registro audiovisual, la importancia contra el prejuicio de la escritura en el documental, la tendencia a una exacerbación de la primera persona. A propósito de esto último, que se trate de un diálogo con cuatro interlocutores muy activos, evita el ego rudimentario, por momentos hasta frívolo, que construye el director en sus filmes.
-ELLIS, Brett Easton:
Lunar Park. En la quinta y de momento más reciente novela del autor, sucede un poco lo que en su obra predecesora,
Glamourama. Un comienzo adictivo, y estilísticamente muy afín al autor, en este caso a través de una autobiografía apócrifa que construye suspenso sin más que apelar al "horror" de la vida doméstica y familiar; para luego decantarse por la revisión de un subgénero que no siempre funciona. Si en
Glamourama era el terrorismo y el espionaje, en
Lunar Park se trata de fantasmas. Del fantasma del padre muerto, concretamente (guiño que incluye una calle llamada Elsinor Lane). Los seguidores de Ellis amarán el libro, los detractores siquiera lo leerán, y el buen Brett estará cobrando un nuevo cheque mientras se mete una raya, o eso nos hará creer.
-HOMES, A.M:
El fin de Alice. Vieja asignatura pendiente de una autora cuyos
freaks dejan a los de Carson McMullers como meros afectados comprando ropa en ferias americanas de Palermo. Pero a no equivocarse, Miss Homes no es Palahniuk ni Houellebeq, y en su prosa no hay "efectos efectivos" sino el horror narrado con buen gusto, si acaso cabe la contradicción. La mejor prueba es su relato
Una verdadera muñeca, en el que el despertar sexual de un niño con una Barbie de su hermana lejos está de ser pornografía financiada por Fundación Antorchas, decantándose más bien por otra triste historia de amor fou.
Un poco lo mismo sucede con esta novela no menos sofisticada, sobre un pederaste encarcelado, que comienza a recibir cartas de una universitaria que planea consumar un acto sexual con un niño. Algo así como
Lolita reescrita por un Nabokov que salió a cazar mariposas y en el camino probó unos hongos muy raros.
-FRAME, Janet:
Un ángel en mi mesa. El título remitirá a la película homónima de Jane Campion, y sí, porque se trata de un volúmen que compila la trilogía de memorias en las que se basó la realizadora para la que tal vez sea su mejor película. Claro que tratándose de 500 páginas, y de toda una vida, sería inútil toda comparación entre una y otra, considerando la cantidad de historias y detalles que quedaron fuera de la adaptación. Lo cierto es que, contra el género, en este caso no hay lugar para la conciliación. Sí para el calvario y para el fracaso por una redención que no se busca. Y para la locura personal, familiar y colectiva, la guerra, la prodigalidad sexual en ibiza y un reconocimiento que, una vez más, llega tarde, demasiado tarde. Cuando la autora ya tenía sus dientes podridos.
-GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Sergio:
Huesos en el desierto. Al comenzar este libro, hará cosa de un mes, en un vuelo de cabotaje en el que lo extraño no es que hubiera turbulencia, sino que por un momento cesara; entendí finalmente el por qué de la llamada "literatura de aeropuerto". Otro infierno se narra en este caso, que es el de Ciudad Juárez. Ojalá nuestros reporteros tuvieran el rigor (y la prosa, sobre todo la prosa) de González, a la hora de abordar una no-ficción que Bolaño debió haber tenido más que presente para su
2666. NOTA: aunque la idea era terminar de leer el libro en el vuelo de regreso, la presencia de Gastón Pauls viajando en cabotaje, a raíz de que business había sido tomada por Manuel Wirtz y su séquito, asustó aún más que la "disminución" de crímenes encubierta, de acuerdo al autor, por el hecho de que los asesinos aprendieron a disolver los cuerpos en ácido.